terça-feira, 6 de dezembro de 2011

Carta de la Madre Presidenta
en la solemnidad de la Inmaculada

A TODAS LAS HERMANAS
DE LA FEDERACIÓN SANTA MARIA DE GUADALUPE


María Inmaculada
Reina y Madre
de la Orden de la Inmaculada Concepción


Mis queridas hermanas: al acercarse la gran fiesta de nuestra Madre Inmaculada, quiero estar cerca de vosotras y que mi presencia sea punto de encuentro y comunión. Os tengo cada día y en cada momento muy presentes dentro de mí y aunque sea en la forma sencilla de una carta, con ella va todo mi corazón y mi cariño.
Quisiera compartir algunas consideraciones sobre el misterio que inspira nuestra existencia y vocación.
En la significación del misterio de la Concepción Inmaculada de María está la iniciativa de Dios que tiene soberanía en la vida del hombre. Pero también hay otro misterio, la libertad del hombre que Dios nos ha regalado y que podemos utilizarla para construir el Reino o para demolerlo. Ya tomemos un camino u otro, Dios nos sostiene con su misericordia.
La Inmaculada toca lo más profundo de nuestro ser para dar una respuesta a Dios desde la libertad, tal y como ella lo hizo cuando el ángel le planteó el plan que Dios, desde toda la eternidad, había pensado para ella.
María es la perfecta redimida por Dios y ella la perfecta disponible al proyecto de Dios sobre el hombre. María, es la mujer más cercana a Dios, la más cercana a la divinidad. Las hermanas Concepcionistas vamos a la zaga de María. Si queremos vivir nuestro don vocacional, hemos de tener cariño de hijas para imitar a la Madre, copiar en lo más posible sus actitudes de vida y de entrega para servir al Hijo. No olvidemos que estamos en la Iglesia para el servicio, la contemplación y la celebración activa del misterio de María Inmaculada. (Cf CC.GG 9)
“En existencia humilde y en actitud permanente de fe, María responde al amor infinito de Dios con su Fiat engendrando al Hijo de Dios y convirtiéndose en cauce de salvación para todo el género humano”. (CC.GG.10)
Nosotras, hermanas Concepcionistas, estamos llamadas a vivir estas realidades y estar abiertas al Espíritu como María, con generosidad a las iniciativas del Padre sobre nuestras vidas, para ser de este modo, prolongación activa de la historia de la salvación para toda la Iglesia.
Nuestra vida de silencio y escucha de la Palabra ha de ser cuidada y mimada en nuestras comunidades. Es ese silencio habitado que nos hace disfrutar en lo profundo de nuestro corazón, del deseo, ilusión y necesidad de donación que el Espíritu deposita dentro de nosotras cada día, cuando el Cuerpo y la Sangre de Cristo Redentor se funde con nuestra débil pero entregada y generosa realidad.
Es importante la escucha atenta de la Palabra, el deseo profundo de identificarnos con el mensaje que nos trasmite, estar cada día más atentas a la llamada del Maestro interior, leer los acontecimientos con los ojos y los sentimientos de Jesucristo, desde una fe profunda y confiada, creyendo en él y siguiendo su Evangelio. Todo ello conlleva despojo, renuncia a nuestros intereses, educar a ese pequeño yo que nos quiere dominar siempre alegando derechos y que solo, en contadas ocasiones, nos susurra deberes.
Se me ocurre pensar en las “capas de cebolla” que se nos han ido adhiriendo con el paso del tiempo y para deshacernos de ellas nos pican los ojos y las vamos dejando y acumulando cada vez más. Creo que es necesario despojarse con paciencia, y volver a estar desnudas delante de Dios, volver a ese primer amor inicial donde todo es frescura y donación generosa.
Hermanas, os deseo para estos días una vivencia intensa y reflejada en las hermanas, del Misterio de la Inmaculada Concepción. Que ella, como buena Madre, nos enseñe a caminar por este “divino camino” que su Hijo nos ha regalado y en el que sólo podemos ser felices, cuando seguimos sus pasos, cuando miramos con sus ojos, cuando derrochamos misericordia con las hermanas.
Muchas felicidades para este día grande y hermoso.
Madre Maria de la Cruz Alonso Paniagua oic

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