segunda-feira, 23 de maio de 2011

(conclusão)
LA REGLA
DE LA ORDEN
DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
EN EL HOY DE LA IGLESIA
Carta del Ministro General OFM
a todas las Hermanas
de la Orden de la Inmaculada Concepción,
en el V Centenario de la aprobación de la Regla de la OIC

Esta Regla vivida es nuestro regalo a la Iglesia y al mundo
El Señor os ha encomendado una misión y desea que también hoy se lleve a cabo, con particular esmero. ¿Es que no es eso precisamente lo que la Iglesia necesita y espera de todos los consagrados y de vosotras en particular?
¡Qué regalo son ya para la Iglesia y la humanidad vuestras comunidades donde, con María, Jesucristo es reconocido y proclamado el Señor, el Esposo quellena vuestros corazones y os lleva al Padre, y que, con su Espíritu y su Palabra, os hace partícipes de su sacerdocio y de su contemplación, que os mantiene unidas en comunidades de hermanas, fieles a un incansable crecimiento en la experiencia de una vida de pobreza, sencillez, acogida, virginidad, compromiso de amor! ¡Que cada monasterio sea un Nazaret, eso es lo que necesita la Iglesia, eso es lo que os pide la Iglesia, el mundo, todos nosotros!
Y de hecho, en vuestra Regla, vuestra vida es María en Nazaret, María Madre y señora, hija y sierva (en la Concepción y en la Anunciación), que hace familia en torno a Jesús, contemplativa, obediente al Padre, abierta a su Palabra, entregada al Espíritu, “sitio de Dios”, sitio de la persona para el mundo, sitio de la concepción de Jesús, donde el Padre recibe un Magnificat permanente, humilde, silencioso, pobre, en trabajo, en misión maternal y premuroso a favor de los hombres. ¡Que cada concepcionista sea una imagen viva de María de Nazaret.
El mundo os niega vocaciones, a menudo no os comprende y no os ayuda, pero es lo que necesita y busca en silencio. Frente a su crisis, profunda, múltiple y generalizada, sed María, como María en Nazaret hoy en medio de las gentes.
Es vuestra aportación al esfuerzo misionero de la Iglesia que quiere y debe evangelizar. Vosotras la acompañáis desde la vivencia del misterio de la Inmaculada Concepción. Y esa intuición genial no ha mostrado todavía toda su potencialidad. Ya ha dado mucho de sí en medio de serias dificultades, pero puede dar más si el Señor sigue llamando y bendiciendo, si vosotras por vuestra parte ponéis formación, ayuda mutua, comunión con la Iglesia.
“La vida es como un viaje en el mar de la historia, con frecuencia oscuro y borrascoso, un viaje en el cual escrutamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas en nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Esas son luces de esperanza”. Cierto que Jesús es la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar a Él necesitamos también de luces cercanas, de personas que dan luz trayéndola de su luz y, de este modo, ofrecen orientación para nuestra travesía” (SS, 49). Sed vosotras, mis queridas hermanas concepcionistas, esas “luces cercanas”, que, en medio de las tinieblas de la historia, nos orienten hacia la Luz. Mantened, también vosotras como santa Beatriz, la luz de vuestra estrella encendida.
Este centenario, fiesta y tarea
Ya lo es, puede ser, conviene que sea quinientos años después una Regla de vida y misión. Y nosotros gozamos en ello y con vosotras hacemos fiesta, en gratitud ante la Misericordia del Señor, en felicitación fraterna y cordial.
Los Hermanos Menores, y yo personalmente, queremos ayudaros en la tarea de esta conmemoración y del programa de vida y acción que de ahí se sigue. Queremos ayudaros en todo lo que está a nuestro alcance, no olvidando el momento de reducción de nuestras fuerzas, y tampoco que es la hora de vuestro protagonismo activo y responsable.
Que esta memoria celebrativa os sea de gozo, bendición, renovación y unión. Y en todos, nosotros y vosotras, aumente nuestra recíproca comunión en el misterio de María Inmaculada.
Al terminar vuelvo a tomar vuestra Regla en mis manos, la beso y elevo mi oración a María Inmaculada. Pido a María que os bendiga, pido a María que siga concediendo a la Iglesia esta forma de comprender y de vivir el Evangelio, que constituye la confesión y proclamación y el testimonio de un Dios Trinidad de amor y de vida.
Roma, 2 de febrero, Jornada de la vida consagrada, 2011
Con mi bendición y abrazo fraterno,
vuestro hermano y siervo
Fr. José Rodríguez Carballo, ofm
Ministro general OFM

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